Existen dos historias, más o menos conocidas, de dos hombres que, cada uno a su manera, marcaron un antes y un después para muchos. Cada una de estas dos historias de vida me impactaron por la enseñanza que nos dejaron sobre cómo la forma en que encajamos los golpes de la vida pueden marcar una enorme diferencia.
Me refiero a la vida de Ramón San Pedro (que podemos ver en la película «Mar Adentro») y a Stephen Hawking (que podemos ver en la película La Teoría del Todo).
Stephen Hawking, el renombrado físico teórico británico, siempre destacó por su aguda inteligencia. Sin embargo, a los veinte años, se enfrentó a una terrible adversidad: la esclerosis múltiple, una enfermedad que poco a poco paralizó todo su cuerpo, dejándolo con la capacidad de mover solo sus ojos. A pesar de sus limitaciones físicas y la progresiva degeneración que sufrió, Hawking se convirtió en uno de los físicos más reconocidos desde Einstein.
La vida de Stephen Hawking no fue un camino fácil, pero su voluntad inquebrantable le permitió seguir trabajando, disfrutando de su familia y desempeñando un papel fundamental en la ciencia y la humanidad. Su espíritu era luminoso, capaz de bromear y mostrar interés por los demás. En una conferencia en 2016, compartió un mensaje de esperanza: «Los agujeros negros no son tan oscuros como los pintan. No son prisiones eternas. Si te sientes atrapado en un agujero negro, no te rindas, hay una salida». Y en otra ocasión, al preguntarle si era feliz, respondió: «No le podría pedir más a la vida».
Por otro lado, Ramón Sampedro quedó tetrapléjico a los 25 años tras un accidente que le rompió la columna vertebral al zambullirse en el mar. Su vida se volvió aparentemente sin sentido, atrapado en una cama y dependiendo de otros para las necesidades más básicas. Buscó la eutanasia, el suicidio asistido, convirtiéndose en el primer ciudadano español en solicitarlo, pero los tribunales se lo negaron repetidamente.
Con la ayuda de amigos, Sampedro obtuvo cianuro y grabó un mensaje de despedida antes de beberlo. Declaró: «Considero que vivir es un derecho, no una obligación. He soportado esta dolorosa situación durante 28 años, y al hacer balance, no veo la felicidad».
En definitiva, quiero poner la atención que la actitud que tomamos ante la vida LO ES TODO.
Stephen Hawking ha sido una prueba viviente de que lo importante no es lo que sucede, sino la actitud que se elige para afrontarlo.
La actitud que tomamos ante la vida es realmente el factor determinante de nuestro camino y nuestro destino. En cada amanecer, tenemos la elección de abrazar el día con positividad y determinación, o permitir que la negatividad nuble nuestro horizonte.
La vida está llena de desafíos y obstáculos, pero es nuestra actitud la que define cómo los enfrentamos. Una actitud positiva nos empodera para superar incluso las pruebas más difíciles. En lugar de ver los problemas como obstáculos insuperables, los vemos como oportunidades para crecer y aprender.
La gratitud es una parte fundamental de esta actitud. Apreciar las pequeñas cosas y dar gracias por lo que tenemos nos llena de alegría y nos permite enfrentar los momentos difíciles con más fortaleza.
La actitud también se refleja en nuestras relaciones. Cuando elegimos ser amables, compasivos y comprensivos, creamos conexiones más profundas y significativas con los demás. La empatía y la comprensión son herramientas poderosas para construir puentes en lugar de muros.
En última instancia, nuestra actitud define nuestra realidad. Si optamos por ver la belleza en el mundo, la encontraremos en todas partes. Si decidimos ser resilientes ante la adversidad, descubriremos que somos más fuertes de lo que jamás imaginamos.
Entonces, recuerda, la actitud que tomes ante la vida lo es todo. Es el faro que guía tu viaje, la chispa que enciende tus sueños y la fuerza que te impulsa a alcanzar tus metas. Elige una actitud de gratitud, positividad y determinación, y verás cómo transforma tu vida de manera sorprendente.